Vivimos en la era de la hiperconectividad. Aunque es cierto que hace años que los medios digitales protagonizan nuestro día a día, el paso de la pandemia por nuestras vidas ha hecho aún más evidente la importancia (y dependencia) de la digitalización.
Tanto a nivel personal como profesional se ha acelerado a pasos agigantados las tendencias que se esperaban a medio y largo plazo. Esta nueva situación pone en jaque a las marcas que tienen (y deben) reinventarse para dar respuesta a las demandas de los consumidores actuales.
Nacen nuevas marcas, se crean nuevos productos y se ejecutan nuevas estrategias, pero, una cosa sigue claramente intacta: el papel del packaging en el lineal tiene un gran poder llamativo para los (posibles) compradores. Aunque su existencia remonta al siglo pasado, hoy sigue teniendo una gran relevancia para la mayoría de los productos que consumimos.
Su origen fue fruto de la necesidad de proteger, transportar y comercializar los alimentos en la época romana. Ha llovido mucho desde entonces, pero, la necesidad sigue igual o más vigente que entonces. Si, además, le sumas el auge del e-commerce y la compra por internet, el packaging se convierte en un elemento imprescindible en todas las estrategias de producto, y por supuesto, de marca.
«El packaging se convierte en un elemento imprescindible en todas las estrategias de producto, y por supuesto, de marca».
La realidad pone de manifiesto que: la hiperconectividad, la sobrexposición de mensajes comerciales y la gran oferta de productos confunde al consumidor tanto en digital como offline. Por lo tanto, el papel del packaging debe utilizarse a favor de la marca para diferenciarse y sobresalir de entre el resto de los productos de la competencia. Dicho en otras palabras, debe formar parte de la estrategia de branding y del proceso de construcción de la marca. La forma, el diseño y el mensaje deben responder a los valores de la organización, ya que, en el packaging se materializa y expresa su posicionamiento.
Aproximadamente, el 70% de las decisiones de compra se realizan en el punto de venta, justo cuando el consumidor se encuentra delante del lineal: entre productos que satisfacen, más o menos, las mismas necesidades. En ese instante, el packaging adquiere un gran poder comercial y es decisivo para que el cliente añada, o no, el producto a su cesta de la compra.
Aunque nos hayamos acostumbrado a comunicarnos a través de las pantallas, los sentimientos y la emoción de las personas siguen transformando el mundo. Nos gusta que las marcas nos hablen, que tengan unos valores que resuenen con los nuestros y una historia humana y real que mueva la compañía. Mientras que el branding se ocupa de ordenar todo lo anterior, el packaging lo materializa en un pack perfectamente estructurado y diseñado para contener el producto, vestirlo y resaltarlo. Como si de un vestido a medida se tratara, el envase debe ser producido con materiales de primera calidad y responder a los siguientes puntos:
Mientras que el branding se ocupa de ordenar todo lo anterior, el packaging lo materializa en un pack perfectamente estructurado y diseñado para contener el producto, vestirlo y resaltarlo.
Responder uno a uno los puntos anteriores te asegura un buen posicionamiento de marca, pero, una vez validado el diseño, ¿qué? El proceso de producción es igual o más importante que el proceso creativo, pues, sin unos materiales resistentes, de calidad y que garanticen su efectividad en el punto de venta no sería posible.
FUENTE: https://www.marketingdirecto.com/marketing-general/publicidad/packaging-estrategia-marca